1-12 ¡Qué cambio hay aquí! El pecado empaña la belleza de los poderes más exaltados y los dones más excelentes; pero ese oro, probado en el fuego, que Cristo otorga, nunca nos será quitado; su apariencia externa puede verse atenuada, pero su valor real nunca se puede cambiar. Los horrores del asedio y la destrucción de Jerusalén se describen nuevamente. Al contemplar las tristes consecuencias del pecado en la iglesia de antaño, consideremos seriamente cuáles son las mismas causas que pueden derribar la iglesia ahora. Pero, Señor, aunque nos hemos alejado de ti en rebelión, nos volvemos hacia nosotros y volvemos nuestros corazones hacia ti, para que podamos temer tu nombre. Ven a nosotros, bendícenos con el despertar, la conversión, la renovación, la gracia confirmadora.

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