22-40 Cristo insistió en gran medida en esta precaución de no dar paso a inquietantes y desconcertantes preocupaciones, Mateo 6:25. Los argumentos aquí utilizados son para animarnos a echar nuestro cuidado sobre Dios, que es la manera correcta de obtener alivio. Como en nuestra estatura, así en nuestro estado, es nuestra sabiduría tomarla como es. Una búsqueda ansiosa de las cosas de este mundo, incluso de las cosas necesarias, no conviene a los discípulos de Cristo. Los temores no deben prevalecer; cuando nos asustamos con pensamientos del mal venidero, y nos ocupamos de preocupaciones innecesarias de cómo evitarlo. Si valoramos la belleza de la santidad, no anhelaremos los lujos de la vida. Examinemos, pues, si pertenecemos a este pequeño rebaño. Cristo es nuestro Maestro, y nosotros somos sus siervos; no sólo siervos que trabajan, sino siervos que esperan. Debemos ser como los hombres que esperan a su señor, que se sientan mientras él se queda fuera hasta tarde, para estar listos para recibirlo. Con esto Cristo aludía a su propia ascensión al cielo, a su venida para llamar a su pueblo hacia él mediante la muerte, y a su regreso para juzgar al mundo. No sabemos con certeza el momento en que vendrá a nosotros, por lo que debemos estar siempre preparados. Si los hombres cuidan así de sus casas, seamos así de sabios para nuestras almas. Estad, pues, preparados también vosotros; tan preparados como lo estaría el buen hombre de la casa, si supiera a qué hora vendría el ladrón.

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