5-28 Con mucha curiosidad, los que estaban cerca de Cristo preguntaban sobre el tiempo en que debía producirse la gran desolación. Él responde con claridad y plenitud, en la medida necesaria para enseñarles su deber; porque todo conocimiento es deseable en la medida en que está en orden a la práctica. Aunque los juicios espirituales son los más comunes en los tiempos evangélicos, Dios se sirve también de los juicios temporales. Cristo les dice qué cosas duras deben sufrir por causa de su nombre, y les anima a soportar sus pruebas y a seguir adelante con su trabajo, a pesar de la oposición que encontrarán. Dios estará a vuestro lado, os apoyará y os ayudará. Esto se cumplió notablemente después del derramamiento del Espíritu, por el cual Cristo dio a sus discípulos sabiduría y palabra. Aunque seamos perdedores para Cristo, no seremos, no podemos ser perdedores por él, al final. Es nuestro deber e interés en todo momento, especialmente en tiempos peligrosos y difíciles, asegurar la seguridad de nuestras propias almas. Es por medio de la paciencia cristiana que mantenemos la posesión de nuestras propias almas, y mantenemos alejadas todas aquellas impresiones que nos harían perder el temple. Podemos considerar la profecía que tenemos ante nosotros como aquellas profecías del Antiguo Testamento que, junto con su gran objeto, abarcan o echan un vistazo a algún objeto más cercano de importancia para la iglesia. Habiendo dado una idea de los tiempos durante unos treinta y ocho años venideros, Cristo muestra en qué terminarían todas esas cosas, a saber, la destrucción de Jerusalén, y la dispersión total de la nación judía; lo cual sería un tipo y figura de la segunda venida de Cristo. Los judíos dispersos que nos rodean predican la verdad del cristianismo y demuestran que, aunque el cielo y la tierra pasen, las palabras de Jesús no pasarán. También nos recuerdan que debemos orar por aquellos tiempos en los que ni la Jerusalén real ni la espiritual serán ya pisoteadas por los gentiles, y en los que tanto los judíos como los gentiles se convertirán al Señor. Cuando Cristo vino a destruir a los judíos, vino a redimir a los cristianos que eran perseguidos y oprimidos por ellos; y entonces hizo descansar a las iglesias. Cuando venga a juzgar al mundo, redimirá a todos los que son suyos de sus problemas. Los juicios divinos cayeron de tal manera sobre los judíos, que su ciudad se pone como ejemplo ante nosotros, para mostrar que los pecados no quedarán impunes; y que los terrores del Señor, y sus amenazas contra los pecadores impenitentes, se cumplirán, así como su palabra fue cierta, y su ira grande sobre Jerusalén.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad