28-35 Si queremos que Cristo habite con nosotros, debemos ser sinceros con él. Los que han experimentado el placer y el beneficio de la comunión con él, no pueden sino desear más de su compañía. Tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Esto lo hizo con su habitual autoridad y afecto, con la misma manera, tal vez con las mismas palabras. Aquí nos enseña a pedir una bendición en cada comida. Ved cómo Cristo, por su Espíritu y su gracia, se da a conocer a las almas de su pueblo. Les abre las Escrituras. Se reúne con ellos en su mesa, en la ordenanza de la cena del Señor; se da a conocer a ellos al partir el pan. Pero la obra se completa con la apertura de los ojos de su mente; sin embargo, son breves las vistas que tenemos de Cristo en este mundo, pero cuando entremos en el cielo, lo veremos para siempre. Encontraron que la predicación era poderosa, aun cuando no conocían al predicador. Las Escrituras que hablan de Cristo calentarán los corazones de sus verdaderos discípulos. Es probable que haga más bien lo que nos afecta con el amor de Jesús al morir por nosotros. Es el deber de aquellos a quienes se ha mostrado, hacer saber a los demás lo que ha hecho por sus almas. Es de gran utilidad para los discípulos de Cristo comparar sus experiencias, y contárselas unos a otros.

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