1-13 El hecho de que Cristo fuera conducido al desierto dio una ventaja al tentador; porque allí estaba solo, no había nadie con él por cuyas oraciones y consejos pudiera ser ayudado en la hora de la tentación. Él, que conocía su propia fuerza, podía dar ventaja a Satanás; pero nosotros no podemos, que conocemos nuestra propia debilidad. Siendo en todo semejante a sus hermanos, Jesús viviría, como los demás hijos de Dios, en dependencia de la Providencia y de la promesa divina. La palabra de Dios es nuestra espada, y la fe en esa palabra es nuestro escudo. Dios tiene muchas maneras de proveer a su pueblo, y por lo tanto se debe depender de él en todo momento en el camino del deber. Todas las promesas de Satanás son engañosas; y si se le permite tener alguna influencia en la disposición de los reinos del mundo y en la gloria de los mismos, los utiliza como cebos para insnuar a los hombres a la destrucción. Debemos rechazar de inmediato y con aborrecimiento, toda oportunidad de ganancia o avance pecaminoso, como precio ofrecido por nuestras almas; debemos buscar las riquezas, los honores y la felicidad sólo en la adoración y el servicio a Dios. Cristo no adorará a Satanás; ni, cuando tenga los reinos del mundo entregados por su Padre, permitirá que continúe en ellos cualquier resto de adoración al diablo. Satanás también tentó a Jesús a ser su propio asesino, mediante una confianza impropia en la protección de su Padre, que no tenía justificación alguna. Que ningún abuso de la Escritura por parte de Satanás o de los hombres disminuya nuestra estima, ni nos haga abandonar su uso; sino que sigamos estudiándola, procurando conocerla y buscando nuestra defensa en toda clase de asaltos. Que esta palabra habite ricamente en nosotros, pues es nuestra vida. Nuestro victorioso Redentor venció, no sólo por él, sino también por nosotros. El diablo acabó con toda la tentación. Cristo le dejó probar toda su fuerza, y lo derrotó. Satanás vio que era inútil atacar a Cristo, que no tenía nada en él para que sus dardos ardientes se fijaran. Y si resistimos al diablo, huirá de nosotros. Sin embargo, se alejó hasta el momento en que iba a volver a soltarse sobre Jesús, no como tentador, para inducirlo a pecar y así golpear su cabeza, a lo cual ahora apuntaba y era totalmente derrotado; sino como perseguidor, para hacer sufrir a Cristo y así herir su calcañar, lo cual se le dijo que tendría que hacer, y lo haría, aunque fuera rompiendo su propia cabeza, Génesis 3:15. Aunque Satanás se vaya por una temporada, nunca estaremos fuera de su alcance hasta que sea retirado de este mundo malvado presente.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad