1-14 Ataron a Cristo. Es bueno que recordemos a menudo los lazos del Señor Jesús, como si estuviéramos atados con el que fue atado por nosotros. Al entregar al Rey, en efecto, entregaron el reino de Dios, que, por lo tanto, como por su propio consentimiento, les fue quitado y entregado a otra nación. Cristo dio a Pilato una respuesta directa, pero no quiso responder a los testigos, porque se sabía que las cosas que alegaban eran falsas, incluso el propio Pilato estaba convencido de que lo eran. Pilato pensó que podría apelar de los sacerdotes al pueblo, y que éste liberaría a Jesús de las manos de los sacerdotes. Pero los sacerdotes les apremiaban cada vez más y gritaban: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Juzguemos a las personas y a las cosas por sus méritos, y por el criterio de la palabra de Dios, y no por el informe común. El pensamiento de que nadie fue tratado tan vergonzosamente, como la única Persona perfectamente sabia, santa y excelente que apareció en la tierra, lleva a la mente seria a opiniones fuertes sobre la maldad y la enemistad del hombre con Dios. Aborrezcamos cada vez más las malas disposiciones que marcaron la conducta de estos perseguidores.

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