25-30 A los niños les corresponde ser agradecidos. Cuando acudimos a Dios como Padre, debemos recordar que es el Señor del cielo y de la tierra, lo que nos obliga a acudir a él con reverencia como al Señor soberano de todo; pero con confianza, como alguien capaz de defendernos del mal y de suministrarnos todo el bien. Nuestro bendito Señor añadió una declaración notable, que el Padre había entregado en sus manos todo el poder, la autoridad y el juicio. Estamos en deuda con Cristo por toda la revelación que tenemos de la voluntad y el amor de Dios Padre, desde que Adán pecó. Nuestro Salvador ha invitado a todos los que están fatigados y cargados, a venir a él. En cierto sentido, todos los hombres son así. Los hombres mundanos se cargan con preocupaciones infructuosas por la riqueza y los honores; los alegres y los sensuales trabajan en busca de placeres; el esclavo de Satanás y de sus propias lujurias, es el más simple trabajador de la tierra. Los que se esfuerzan por establecer su propia justicia también trabajan en vano. El pecador convencido está cargado de culpa y terror; y el creyente tentado y afligido tiene trabajos y cargas. Cristo invita a todos a venir a él para el descanso de sus almas. Sólo él hace esta invitación; los hombres acuden a él cuando, sintiendo su culpa y su miseria, y creyendo en su amor y en su poder de ayuda, le buscan en ferviente oración. Así pues, el deber y el interés de los pecadores cansados y cargados es acudir a Jesucristo. Este es el llamado del evangelio: El que quiera, que venga. Todos los que vengan así recibirán el descanso como don de Cristo, y obtendrán paz y consuelo en sus corazones. Pero al venir a él deben tomar su yugo y someterse a su autoridad. Deben aprender de él todas las cosas, en cuanto a su comodidad y obediencia. Él acepta al siervo dispuesto, por muy imperfectos que sean sus servicios. Aquí podemos encontrar descanso para nuestras almas, y sólo aquí. No debemos temer su yugo. Sus mandamientos son santos, justos y buenos. Requiere abnegación, y expone a dificultades, pero esto es recompensado abundantemente, incluso en este mundo, por la paz interior y la alegría. Es un yugo revestido de amor. Son tan poderosas las ayudas que nos da, tan adecuados los estímulos y tan fuertes los consuelos que se encuentran en el camino del deber, que podemos decir realmente que es un yugo agradable. El camino del deber es el camino del descanso. Las verdades que Cristo enseña son tales que podemos aventurar nuestras almas. Tal es la misericordia del Redentor; y ¿por qué el pecador fatigado y agobiado habría de buscar descanso en otra parte? Acudamos a él cada día para que nos libere de la ira y la culpa, del pecado y de Satanás, de todas nuestras preocupaciones, temores y penas. Pero la obediencia forzada, lejos de ser fácil y ligera, es una carga pesada. En vano nos acercamos a Jesús con los labios, mientras el corazón está lejos de él. Venid, pues, a Jesús para encontrar descanso para vuestras almas.

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