1-11 Esta venida de Cristo fue descrita por el profeta Zacarías, Zacarías 9:9. Cuando Cristo aparece en su gloria, es en su mansedumbre, no en su majestad, en la misericordia para obrar la salvación. Así como la mansedumbre y la pobreza exterior se vieron plenamente en el Rey de Sión, y marcaron su entrada triunfal a Jerusalén, ¡qué mal deben estar la codicia, la ambición y el orgullo de la vida en los ciudadanos de Sión! Trajeron el asno, pero Jesús no lo utilizó sin el consentimiento del dueño. Los atavíos eran los que estaban a mano. No debemos pensar que la ropa que llevamos encima es demasiado cara para desprendernos de ella para el servicio de Cristo. Los jefes de los sacerdotes y los ancianos se unieron después a la multitud que lo maltrató en la cruz; pero ninguno de ellos se unió a la multitud que lo honró. Aquellos que toman a Cristo como su Rey, deben poner todo bajo sus pies. Hosanna significa: ¡Salva ahora, te rogamos! Bendito el que viene en nombre del Señor. Pero ¡qué poco valor tienen los aplausos del pueblo! La multitud cambiante se une al grito del día, ya sea Hosanna, o Crucifícalo. Las multitudes a menudo parecen aprobar el evangelio, pero pocos se convierten en discípulos constantes. Cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió; algunos quizá se conmovieron de alegría, pues esperaban la Consolación de Israel; otros, de los fariseos, se conmovieron de envidia. Así de variados son los movimientos en las mentes de los hombres al acercarse el reino de Cristo.

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