35-38 Jesús visitó no sólo las ciudades grandes y ricas, sino las aldeas pobres y oscuras; y allí predicó, allí curó. Las almas de los más mezquinos del mundo son tan preciosas para Cristo, y deberían serlo para nosotros, como las almas de los que hacen la mayor figura. Había sacerdotes, levitas y escribas por toda la tierra; pero eran pastores de ídolos, Zacarías 11:17; por eso Cristo se compadecía de la gente como ovejas dispersas, como hombres que perecen por falta de conocimiento. Hasta el día de hoy vastas multitudes son como ovejas que no tienen pastor, y debemos tener compasión y hacer todo lo posible para ayudarlas. Las multitudes deseosas de instrucción espiritual formaban una mies abundante, que necesitaba muchos obreros activos; pero pocos merecían ese carácter. Cristo es el Señor de la mies. Oremos para que se levanten y envíen muchos que trabajen para llevar las almas a Cristo. Es una señal de que Dios está a punto de conceder alguna misericordia especial a un pueblo, cuando lo incita a orar por ello. Y las comisiones dadas a los obreros en respuesta a la oración, tienen más probabilidades de tener éxito.

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