1-7 El profeta se lamenta de haber vivido entre un pueblo que está madurando rápidamente para la ruina, en el que sufrirían muchas personas buenas. Los hombres no tenían consuelo, ni satisfacción en sus propias familias o en sus parientes más cercanos. El desprecio y la violación de los deberes domésticos son un triste síntoma de corrupción universal. Es probable que nunca lleguen a ser buenos quienes no son dignos de sus padres. El profeta no vio seguridad ni consuelo sino mirar al Señor y esperar en Dios su salvación. Cuando estamos bajo pruebas, debemos mirar continuamente a nuestro Divino Redentor, para que podamos tener la fuerza y ​​la gracia de confiar en él y ser ejemplos para quienes nos rodean.

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