1-3 Todas esas mentes se mantendrán verdaderamente, que se quedarán en Dios. Serán como el Monte Sión, firmes como son; una montaña apoyada por la providencia, mucho más como una montaña sagrada apoyada por la promesa. No pueden ser removidos de la confianza en Dios. Permanecen para siempre en esa gracia que es la garantía de su eterna permanencia en la gloria. Al comprometerse con Dios, estarán a salvo de sus enemigos. Incluso las montañas pueden moldearse y quedar en nada, y las rocas pueden ser removidas, pero el pacto de Dios con su pueblo no puede romperse, ni su cuidado por ellos cesará. Sus problemas no durarán más de lo que su fuerza los soportará debajo de ellos. La vara de los impíos puede venir, puede caer sobre los justos, sobre sus personas, sus propiedades, sus libertades, los nombres de sus familias, sobre cualquier cosa que recaiga en su suerte; solo que no puede alcanzar sus almas. Y aunque pueda venir sobre su suerte, no descansará sobre ellos. El Señor hará que todos trabajen juntos por su bien. Los malvados solo probarán una vara correctora, no una espada destructora; incluso esta vara no permanecerá sobre ellos, para que no desconfíen de la promesa, pensando que Dios los ha desechado.

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