1-4 El pueblo de Dios no está libre de pobreza, enfermedad o aflicción externa, pero el Señor considerará su caso y enviará los suministros correspondientes. Del ejemplo de su Señor, el creyente aprende a considerar a sus hermanos pobres y afligidos. Esta rama de la piedad generalmente se recompensa con bendiciones temporales. Pero nada es tan angustiante para el creyente contrito, como el miedo o la sensación del disgusto divino o del pecado en su corazón. El pecado es la enfermedad del alma; perdonar la misericordia lo cura, renovar la gracia lo cura, y para esta curación espiritual deberíamos ser más sinceros que para la salud corporal.

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