6-9 El trono de este Rey todopoderoso está establecido para siempre. Mientras el Espíritu Santo guía al pueblo de Cristo a mirar a su cruz, él les enseña a ver el mal del pecado y la belleza de la santidad; para que ninguno de ellos pueda sentir ánimo para continuar en pecado. El Mediador es Dios; de lo contrario, no había podido hacer el trabajo del Mediador ni estar en condiciones de usar la corona del Mediador. Dios el Padre, como su Dios con respecto a su naturaleza humana y cargos mediadores, le ha dado el Espíritu Santo sin medida. Así ungido para ser Profeta, Sacerdote y Rey, Cristo tiene preeminencia en los dones alegres y las gracias del espíritu, y desde su plenitud los comunica a sus hermanos en la naturaleza humana. Al Espíritu se le llama el aceite de la alegría, debido al deleite con que Cristo se llenó, al llevar a cabo sus empresas. La salvación de los pecadores es la alegría de los ángeles, mucho más del Hijo. Y en proporción a la conformidad con su imagen sagrada, podemos esperar las alegres influencias de los regalos del Consolador. Las excelencias del Mesías, la idoneidad de sus oficios y la suficiencia de su gracia, parecen estar destinados a la fragancia de sus prendas. La iglesia formada por verdaderos creyentes, se compara aquí con la reina, quien, por un pacto eterno, el Señor Jesús se ha comprometido a sí mismo. Esta es la novia, la esposa del Cordero, cuyas gracias se comparan con el lino fino, por su pureza; al oro, por su costo: porque como debemos nuestra redención, también debemos nuestro adorno a la preciosa sangre del Hijo de Dios.

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