9-15 Algunos judíos de Babilonia trajeron una ofrenda a la casa de Dios. Aquellos que no pueden reenviar un buen trabajo de sus personas, deben, como pueden, reenviarlo con sus bolsos: si algunos encuentran manos, que otros los llenen. Deben hacerse coronas y ponerse sobre la cabeza de Josué. La señal se usó, para hacer que la promesa sea más notoria, de que Dios, en el cumplimiento de los tiempos, levantará un gran Sumo Sacerdote, como Joshua, que no es más que la figura de uno que está por venir. Cristo no es solo el fundamento, sino el fundador de este templo, por su Espíritu y gracia. La gloria es una carga, pero no demasiado pesada para que Él la sostenga y defienda todas las cosas. La cruz era su gloria, y él llevó eso; así es la corona como un peso de gloria excesivo, y él lleva eso. El consejo de paz debe ser entre el sacerdote y el trono, entre los oficios sacerdotales y reales de Jesucristo. La paz y el bienestar de la iglesia evangélica, y de todos los creyentes, serán forjados, aunque no por dos personas, sino por dos oficinas reunidas en una sola; Cristo, comprando toda la paz por su sacerdocio, manteniéndola y defendiéndola por su reino. Las coronas utilizadas en esta solemnidad deben mantenerse en el templo, como evidencia de esta promesa del Mesías. No pensemos en separar lo que Dios se ha unido en su consejo de paz. No podemos venir a Dios por Cristo como nuestro Sacerdote, si nos negamos a que él nos gobierne como nuestro Rey. No tenemos una base real para pensar que nuestra paz está hecha con Dios, a menos que tratemos de guardar sus mandamientos.

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