Y lloré mucho, un llanto que brotó de la grandeza de la mente. La ternura de corazón que siempre le había parecido más clara ahora que estaba fuera de sus propias fuerzas. El Apocalipsis no fue escrito sin lágrimas; ni sin lágrimas se entenderá. ¡Cuán lejos están del temperamento de San Juan los que preguntan por algo más que por el contenido de este libro! sí, ¡los que aplauden su propia clemencia si excusan a los que les preguntan!

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