Continuando diariamente - partiendo el pan - en la Cena del Señor, como lo hicieron muchas Iglesias durante algunos siglos. Participaron de su comida con alegría y sencillez de corazón. Llevaron el mismo temperamento feliz y santo a través de todas sus acciones comunes: comer y trabajar con el mismo espíritu con el que oraron y recibieron la Cena del Señor.

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