Génesis 12:10 a Génesis 13:2 . Abram en Egipto. (J)

La narración en esta sección debe compararse con las similares en 20, 26. Es repelente a nuestro sentido del honor, la caballerosidad y la pureza. Es cierto que se reprocha la cobardía de Abram, y que la acción del faraón egipcio se representa bajo una luz más favorable. Por otro lado, Abram, aunque despedido de la corte, sale de Egipto enriquecido con un gran botín. Mediante un subterfugio había esperado salvar su propia vida a costa del honor de su esposa.

Su engaño cobarde es descubierto: y su vida no corre peligro. El honor de Sarai está a salvo; y el patriarca se retira inmensamente enriquecido en posesiones. Esta historia, sin duda, no le habría parecido tan sórdida al antiguo israelita como a nosotros. Tal vez la astucia, la detección y el aumento de la riqueza hayan recomendado la historia al israelita de la antigüedad. Su popularidad debe explicar su reaparición en 20, 26.

Sería gratificante si, en esta historia y en sus variantes, tuviésemos la garantía de reconocer bajo una forma alegórica el peligro al que estaban expuestas las tribus nómadas de la estirpe hebrea, de ser absorbidos entre los habitantes de una comunidad civilizada. Tal desventura tribal bien podría conmemorarse bajo las imágenes de tal historia. Sin embargo, es más probable que la historia ilustre la protección divina sobre el patriarca en medio de los peligros de un país extranjero. La bondad de Dios, no el mérito de Abram, evita el peligro.

En la presente secuencia de narraciones patriarcales, esta sección muestra cómo el cumplimiento de la promesa divina se pone en peligro primero a través de la propia falta de valor y fe del patriarca. Las mismas cualidades por las que es famoso faltan en la hora de la tentación. Sólo la bondad y la gracia de Dios lo rescatan a él ya su esposa. Un rey pagano de Egipto defiende la ley universal de la virtud con más éxito que el siervo de Jehová.

La historia revela que Jehová hace que Su voluntad se sienta en Egipto no menos que en Palestina. Pero la moraleja de la historia no satisface ningún estándar cristiano en su representación de Jehová o del patriarca. El conocimiento de Dios es progresivo.

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