No sois vosotros, los laicos, por malos que sois, los más culpables; no perdáis el tiempo en recriminaciones mutuas. La verdadera culpa es de los sacerdotes. Palabra solemne tiene Jehová para ti, oh sacerdote; todo tu clan está virtualmente en rebelión contra mí. Como castigo, sufrirás un golpe tras otro, (una caída significa una calamidad), como si fuera de día y de noche; y tu cómplice, el profeta, participará en tu castigo.

Sí, todo tu linaje, tanto sacerdotes como pueblo, Jehová destruirá. ¿Y por qué? Porque tú, oh sacerdote, cuyo deber era enseñar el conocimiento vivificante de Dios, tú mismo lo has rechazado absolutamente. De ahora en adelante no eres sacerdote mío.

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