Comienza el juicio. Dios es tanto el acusador como el juez. Los sacrificios de Israel son intachables, pero no son bestias sacrificadas lo que desea el Señor de toda la tierra, sino la devoción del corazón, exhibida en acción de gracias y confianza. Se dirige al pueblo en su conjunto. El deber que se impone es su deber para con Dios, correspondiente a la primera Tabla del Decálogo.

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