22-24. Cuando llegó a este punto de su discurso, se apareció a la turba a punto de reivindicar el proceder que condenaban como criminal, en lugar de disculparse por ello, y su furor se renovó. (22) " Ahora le oyeron hasta esta palabra, entonces alzaron sus voces y dijeron: ¡Fuera de la tierra a tal hombre! Porque no conviene que viva. (23) Y mientras gritaban y se sacudían levantando sus vestiduras, y echando polvo en el aire, (24) el chiliarca mandó que lo condujeran al castillo, diciendo que debía ser examinado a latigazos, para que supiera por qué clamaban contra él.

"La idea de azotar a un hombre que es asaltado por una turba, para hacerle confesar la causa por la que es asaltado, es de lo más aborrecible para todo sentido propio de la justicia, sin embargo, prevaleció en las naciones paganas más ilustradas de la antigüedad. Roma, es cierto, eximía de sus efectos a todos los que gozaban de los derechos de ciudadanía; pero la existencia de tal distinción en una materia en la que todos los seres humanos deberían tener iguales derechos, es una prueba más de su ignorancia de los verdaderos principios de la justicia pública. Las naciones modernas deben muchos cambios felices en la jurisprudencia a la influencia esclarecedora y rectificadora del cristianismo.

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