El siguiente comentario cubre los Capítulos 1 y 2.

Al principio Jehová, proclamando Sus propios derechos desde el lugar de Su propio trono, ruge desde Sión y da Su voz desde Jerusalén. Después, casi al final, se anuncia igualmente la restauración de la casa de David y de Israel. Podemos señalar que, antes de que se declare el juicio de Israel y Judá, también se pronuncia el de las naciones vecinas; y esto, a causa de su conducta hostil y cruel hacia el pueblo de Israel, y a causa también de lo que en ellos había de esencialmente cruel, y opuesto incluso a los sentimientos de humanidad; porque Dios toma conocimiento de todas estas cosas.

Siria será llevada cautiva a Asiria. No se mencionan los medios empleados para el juicio de los demás. Gaza y los filisteos, Tiro, Edom, Amón, Moab, pasan sucesivamente en revista; y, finalmente, Judá e Israel. Dios entra en muchos más detalles con respecto a los pecados de su pueblo. De hecho, había especificado lo que caracterizaba a cada nación juzgada; pero con Israel entra en detalles.

Podemos señalar aquí nuevamente -lo que hemos visto en otra parte- que estos juicios de Jehová caen sobre las naciones que se establecen en el territorio prometido a Abraham, y que pertenece, según este don de Dios, al pueblo de Israel. Dios limpia Su tierra de lo que la profana y, en consecuencia, ¡ay! de Judá e Israel igualmente; pero al mismo tiempo afirmando y reteniendo Sus propios derechos, los cuales Él ejercerá en gracia a favor de Israel en los últimos días.

Vemos aquí la locura de la esperanza abrigada por los enemigos del pueblo, en buscar su ruina con la idea de encontrar en ella su propio provecho. Sin duda, Dios puede castigar a su pueblo, porque debe manifestar su propio carácter; pero la malicia de sus enemigos trae Su juicio sobre ellos también.

Con respecto a Judá, Jehová destaca especialmente su desprecio por la ley y la desobediencia de Sus mandamientos. En Israel el pecado especificado tiene un carácter más independiente de la ley (cuya razón se comprende fácilmente, si se considera la condición de aquel pueblo), y ligado a ese alejamiento del temor de Dios, que permite al hombre ceder al el egoísmo de su propio corazón, y oprimir a aquellos a quienes Dios mira.

Venden al justo por plata, y al pobre por un par de zapatos. No les importan los sufrimientos de los pobres; pero incluso en el altar, que se supone, al menos, que es el de Jehová, se acuestan sobre vestiduras prometidas por la pobreza, y se divierten con las multas infligidas por las transgresiones. No obstante, Dios los había sacado de Egipto, había destruido a sus enemigos para ponerlos en posesión de sus tierras, y les había dado las señales de una relación especial con Él, ya fuera por personas apartadas para Él, o por aquellos a quienes Él había enviados como mensajeros para ellos; pero habían hecho que los primeros se contaminaran, y habían mandado a los últimos que no profetizaran en el nombre de Jehová.

El corazón de Dios fue aplastado, por así decirlo, por sus pecados; y Su juicio debería alcanzarlos. La acusación de despreciar a los pobres se repite a menudo en esta profecía ( Amós 2:7 ; Amós 4:1 ; Amós 5:11 ; Amós 8:6 ); y esto en conexión especial con Israel.

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