Pero estaba en los consejos de Dios que Su presencia se estableciera en gloria en medio de Su pueblo, y esto se cumplirá en Cristo al final de la era. De ahí que el testimonio del progreso de los juicios se interrumpa después de la primera declaración general, y en el capítulo 6 el profeta ve esta gloria. Sin embargo, su primer efecto es judicial y opera para cegarlos y condenarlos. La sentencia anterior (cap.

5) había sido con respecto a la transgresión de la ley y al menosprecio de la palabra del Santo de Israel. Pero con la enemistad contra Cristo y Su rechazo viene la ceguera judicial y la separación de un remanente. Que es la gloria de Cristo se nos enseña en el capítulo 12 del Evangelio de Juan. El profeta siente de inmediato la incompatibilidad de la condición del pueblo con la manifestación de esta gloria.

Los labios inmundos no pueden celebrarlo. Pero una brasa encendida del altar limpia sus propios labios, y se consagra al mensaje de Jehová; ya lo que concierne a la gloria de Cristo. El corazón del pueblo se engorda hasta que hay total desolación. Sin embargo, quedará un remanente, una semilla santa, que será como la savia de un árbol que ha perdido sus hojas. [1]

Tenemos pues en estos últimos Capítulos el juicio del pueblo bajo dos aspectos: primero, el del gobierno de Dios (en este punto de vista el pueblo, siendo totalmente culpable, es entregado a los gentiles); en segundo lugar, en vista de la gloria de la presencia de Jehová en Su venida conforme a Sus propósitos de gracia (para esto el pueblo no era apto). Pero aquí, como los propósitos de Dios estaban en duda, hay un remanente según la elección en quien la gloria será restablecida.

Esta distinción debe hacerse cuando se cuestiona el gobierno de Dios y sus tratos externos. En el capítulo 5, que habla del carácter anterior del juicio, no hay remanente. Es simplemente el juicio público y completo de la nación; porque en cuanto a esto todo descansaba sobre su responsabilidad. En los Evangelios esto es buscar fruto; Cristo podría cavar alrededor de él y arrojar estiércol, pero esto estaba buscando fruto.

Por lo tanto, está maldito y nunca dará fruto. Ese es Israel (hombre) bajo el primer pacto. En el capítulo 6 Dios actúa en el interior, en su propia relación con el pueblo. Así encontramos un remanente y el seguro restablecimiento del pueblo; porque los dones y el llamado de Dios son sin arrepentimiento. Aquí también encontramos a Cristo. Dios no podía desechar a Su pueblo para siempre, y se encuentra la fe profética que dice: ¿Hasta cuándo? como en otra parte se dice, No hay quien diga, ¿Hasta cuándo? Porque cuando venga el Hijo del hombre, ¿hallará fe en la tierra?

Nota 1

Una traducción más exacta arroja mucha luz sobre esta profecía. No obstante, quedará en él un décimo, y volverá y será para ser consumido, como la encina y el teil, que siendo cortados tienen todavía el tronco [o el tocón enraizado]; así la simiente santa será su descendencia” ( Isaías 1:9 ). Es decir, el remanente mismo sufrirá Juicio y destrucción al tiempo de su regreso; pero habrá una simiente santa, de la cual brotará vida como de un árbol talado.

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