Salmo 115 da el fundamento verdadero y completo de esta liberación como se ve en el corazón de la fe. No es que ellos, sino que Jehová sea alabado, especialmente en Su misericordia, y luego en Su fidelidad a la promesa. El piadoso, es decir, el Espíritu, entonces se refiere a ese clamor que fue el dolor amargo del que se habla en Joel, y al que se hace referencia en los Salmos 42, 43.

¿Por qué han de decir los paganos: ¿Dónde está ahora su Dios? Entonces, con el mismo espíritu, Moisés "lo oirán los egipcios, ¿y qué harás tú con tu gran nombre?" ¡Qué bendita audacia de fe! Este carácter de dolor muestra cómo fue en la cruz y en esos últimos dolores que Cristo tomó este carácter de dolor. Porque los judíos prácticamente le dijeron esto a Él entonces, pero nunca podrían haberlo hecho antes. La respuesta del israelita creyente es: Nuestro Dios está en los cielos.

Luego lo contrasta con los ídolos. E Israel, la casa de Aarón, y todos los que temen a Jehová, son llamados a confiar en él. Esto último abriría la puerta a todos los gentiles que buscaban el rostro de Jacob. Luego recita, lo que hemos visto que es la base sobre la que continúan estos salmos, que Él había tenido en cuenta y los bendeciría; sí, auméntalos más y más, a ellos y a sus hijos. Eran los benditos de Jehová, el Hacedor del cielo y de la tierra.

El cielo era suyo, la tierra la había dado a los hombres. Esto marca cuán claramente la bendición terrenal es la escena que tenemos ante nosotros, porque Él no nos ha dado la tierra, sino la cruz en ella; y el cielo, y lo que está allí, como cosas nuestras. Buscamos las cosas de arriba, no las de la tierra. De modo que, incluso de una manera casi más fuerte, los muertos no alaban a Jehová; pero nosotros (dice el Espíritu en ellos) alabaremos desde este, el tiempo de su liberación final, para siempre. Decimos que "partir y estar con Cristo es mucho mejor".

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