9. Dijo el enemigo. Él relata la jactancia de Faraón no solo en exultación por él, sino para magnificar el milagro, mediante el cual Dios cede a la destrucción este intento de lobo sobre su presa. Pero hay más fuerza en el lenguaje cuando presenta a los egipcios como hablantes, que como si hubiera descrito sus planes; porque así la maravillosa catástrofe afecta más notablemente nuestras mentes, cuando los egipcios, traídos como estaban en el escenario, no solo anuncian su victoria, sino que dan rienda suelta a su arrogancia y crueldad. Pero, actualmente, el Señor se introduce del otro lado, disipando con una sola explosión su terrible audacia. Porque de dónde vino esta gran confianza a los egipcios, prometiéndose a sí mismos que deberían estar satisfechos con el botín, y que no deberían tener nada más que hacer para matar al pueblo que sacar sus espadas, sino por el hecho de su estar muy bien armado contra esta multitud infiel? Por lo tanto, entonces, el poder de Dios brilló más intensamente, cuando los quitó del camino al "soplar con su viento".

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