La singularidad elevada de la mente de Pablo, aunque puede verse con mayor ventaja en sus otros escritos que tratan asuntos más importantes, también es atestiguada por esta Epístola, en la que, mientras maneja un tema que de otro modo sería bajo y malo, se eleva a Dios con su elevación deseada. Enviando a un esclavo y ladrón fugitivo, le suplica perdón. Pero al abogar por esta causa, discute sobre la paciencia cristiana (269) con tal habilidad, que parece hablar sobre los intereses de toda la Iglesia en lugar de lo privado asuntos de un solo individuo. En nombre de un hombre de la condición más baja, se degrada a sí mismo de manera tan modesta y humilde que en ningún otro lado se pinta la mansedumbre de su temperamento de una manera más viva.

1. Un prisionero de Jesucristo. En el mismo sentido en que en otro lugar se llama a sí mismo Apóstol de Cristo, o ministro de Cristo, ahora se llama a sí mismo "prisionero de Cristo"; porque las cadenas por las cuales estaba atado a causa del evangelio, eran los adornos o insignias de esa embajada que ejerció para Cristo. En consecuencia, los menciona por el bien de fortalecer su autoridad; no porque temiera ser despreciado (porque Filemón indudablemente tenía tanta reverencia y aprecio por él que no era necesario asumir ningún título), sino porque estaba a punto de defender la causa de un esclavo fugitivo, la parte principal de los cuales suplicaban perdón.

A Filemón, nuestro amigo y compañero de trabajo. Es probable que este "Filemón" perteneciera al orden de los pastores; porque el título con el que lo adorna, cuando lo llama compañero de trabajo, es un título que no está acostumbrado a otorgar a un particular.

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