13. A quien deseaba tener a mi lado. Este es otro argumento con el propósito de apaciguar a Filemón, que Pablo lo envía de regreso como esclavo, de cuyos servicios, en otros aspectos, tenía mucha necesidad. Hubiera sido una crueldad extrema, desdeñar el afecto tan fuerte manifestado por Pablo. Asimismo, afirma indirectamente, que será una gratificación para sí mismo que le envíen a Onésimo en lugar de que lo traten duramente en casa.

Para que él pueda ministrarme a mí en lugar de a ti en los lazos del evangelio. Ahora menciona otras circunstancias: primero, Onésimo proporcionará el lugar de su maestro, al realizar este servicio; segundo, el mismo Paul, por modestia, no estaba dispuesto a privar a Filemón de su derecho; y, en tercer lugar, Filemón recibirá más aplausos si, después de haberle devuelto su esclavo, lo enviará voluntaria y generosamente. De esta última consideración inferimos, que debemos ayudar a los mártires de Cristo en todo tipo de oficio en nuestro poder, mientras trabajan por el testimonio del evangelio; porque si creemos que el exilio, las franjas de prisión, los golpes y la toma violenta de nuestra propiedad pertenecen al evangelio, como los llama aquí Pablo, quien se niega a compartir y participar de ellos se separa incluso de Cristo. Indudablemente, la defensa del evangelio es igual para todos. En consecuencia, el que sufre persecución, por el bien del evangelio, no debe ser considerado como un individuo privado, sino como uno que representa públicamente a toda la Iglesia. Por lo tanto, se deduce que todos los creyentes deben estar unidos para cuidarlo, de modo que no puedan, como se hace con frecuencia, dejar que el evangelio sea defendido en la persona de un solo hombre.

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