3. Rubén, tú eres mi primogénito. Él comienza con el primogénito, no en busca de honor, para confirmarlo en su rango; sino para cubrirlo más completamente de vergüenza y humillarlo con reproches justos. Porque Rubén aquí es degradado de su primogenitura; porque había manchado el lecho de su padre con relaciones incestuosas con su nuera. El significado de sus palabras es este: Tú, en efecto, por naturaleza eres el primogénito, deberías haber sobresalido, ya que eres mi fuerza y el comienzo de mi vigor viril; pero desde que te has desviado como agua, ya no hay fundamento alguno para arrogarte nada. Desde el día de tu incesto, la dignidad que recibiste en el día de tu nacimiento, de las entrañas de tu madre, ha desaparecido y se ha desvanecido. Algunos traducen el sustantivo (און) como semilla, otros como aflicción; y cambian el pasaje de la siguiente manera: "Tú eres mi fuerza y el comienzo de mi aflicción o semilla." Los que prefieren la palabra aflicción, la asignan como una razón, diciendo que los hijos traen preocupación y ansiedad a sus padres. Pero si ese fuera el verdadero significado, habría habido más bien una antítesis entre fuerza y tristeza. Sin embargo, ya que Jacob está recitando de manera continua la declaración de la dignidad que corresponde al primogénito, no dudo en que aquí menciona el comienzo de su virilidad. Porque, en cierto sentido, los hombres vuelven a vivir en sus hijos, y el primogénito es propiamente llamado "el comienzo de la fuerza". En el mismo sentido, lo que sigue inmediatamente, que había sido la excelencia de la dignidad y de la fuerza, hasta que se había privado merecidamente de ambas. Porque Jacob coloca ante los ojos de su hijo Rubén su antiguo honor, porque era para su beneficio que se diera cuenta plenamente de de dónde había caído. Así que Pablo dice que puso ante los corintios los pecados con los que estaban manchados, para hacerlos avergonzar. (1 Corintios 6:5.) Mientras que estamos dispuestos a halagarnos en nuestros vicios, casi ninguno de nosotros es devuelto a una mente sensata, después de haber caído, a menos que sea tocado con un sentido de su vileza. Además, nada está mejor adaptado para herirnos que cuando se hace una comparación entre esos favores que Dios nos otorga y los castigos que nos imponemos por nuestra propia culpa. Después de que Adán había sido despojado de todas las cosas buenas, Dios lo reprocha severamente, y no sin ridículo, "He aquí que Adán es como uno de nosotros". ¿Con qué fin está diseñado para responder esto, excepto que Adam, al reflexionar consigo mismo sobre cuán lejos ha cambiado de ese hombre, que últimamente había sido creado según la imagen de Dios, y que había sido dotado con tantos excelentes dones, podría estar confundido y ¿Caer postrado, lamentando su miseria actual? Vemos, entonces, que las reprensiones son necesarias para nosotros, para que podamos ser tocados rápidamente por la ira del Señor. Pues así sucede, no solo que nos desagradamos con los pecados de los que ahora estamos llevando el castigo, sino también, que tenemos mucho cuidado de proteger esos dones de Dios que moran en nosotros, para que no perezcan por nuestra negligencia. Los que refieren la "excelencia de la dignidad" al sacerdocio, y la "excelencia del poder" al oficio real, son, a mi juicio, intérpretes demasiado sutiles. Tomo el significado más simple del pasaje como ser; que si Rubén se hubiera mantenido firme en su propio rango, el lugar principal de toda excelencia le habría pertenecido.

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