20. ¡Ay de los que llaman al mal bien! Aunque algunos limitan esta declaración a los jueces, si se examina con cuidado, aprenderemos fácilmente de todo el contexto que es general; porque, un poco antes de reprobar a aquellos que no pueden escuchar ninguna advertencia, ahora procede con la misma reprensión. Es evidente que los hombres de este tipo siempre tienen alguna excusa para alegar, y alguna forma de imponerse a sí mismos; y, por lo tanto, su lenguaje de reproche no tiene fin cuando sus crímenes salen a la luz. Pero aquí él reprocha particularmente la insolencia de aquellos que se esfuerzan por derrocar toda distinción entre el bien y el mal.

La preposición ל (lamed), prefijada a las palabras bien y mal, es equivalente a Of; y por lo tanto el significado es: los que dicen del mal, es bueno, y del bien, es malo; es decir, aquellos que por vana hipocresía ocultan, disculpan y disfrazan las acciones malvadas, como si cambiaran la naturaleza de todo por sus argumentos sofísticos, pero que, por el contrario, desfiguran las buenas acciones con sus calumnias. Estas cosas casi siempre se unen, ya que cada persona en quien habita el temor de Dios está restringida tanto por la conciencia como por la modestia de aventurarse a disculparse por sus pecados o condenar lo que es bueno y correcto; pero los que no tienen este miedo no vacilan con la misma insolencia en recomendar lo que es malo y condenar lo que es bueno; lo cual es una prueba de la desesperada maldad.

Esta declaración puede aplicarse a varios casos; porque si aquí se pronuncia un ay incluso en individuos privados, cuando dicen del mal que es bueno, y del bien que es malo, cuánto más en aquellos que han sido elevados a un rango elevado y desempeñan un cargo público, ¡cuyo deber es defender lo que es correcto y honorable! Pero se dirige a una reprensión general a todos los que se halagan de lo que es malo, y que, a través del odio que llevan a la virtud, condenan lo que se hace bien; y no solo eso, sino que, por los subterfugios que emplean en aras de ocultar sus propias enormidades, se endurecen en la maldad. Tales personas, nos dice el Profeta, actúan como si cambiaran la luz en oscuridad y lo dulce en amargo; con lo cual quiere decir que su locura es monstruosa, ya que tenderá a confundir y destruir todos los principios de la naturaleza.

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