15. Si me amas. El amor con el que los discípulos amaban a Cristo era verdadero y sincero, y sin embargo, había cierta superstición mezclada con él, como suele ser el caso con nosotros mismos; porque era muy tonto para ellos desear mantenerlo en el mundo. Para corregir esta falla, les ordena que dirijan su amor a otro fin; y es decir, emplearse para guardar los mandamientos que él les había dado. Indudablemente, esta es una doctrina útil, ya que de aquellos que piensan que aman a Cristo, son muy pocos los que lo honran como deberían hacerlo; pero, por el contrario, después de haber realizado servicios pequeños y triviales, no se preocupan más. El verdadero amor de Cristo, por otro lado, está regulado por la observación de su doctrina como la única regla. Pero también se nos recuerda cuán pecaminosos son nuestros afectos, ya que incluso el amor que le tenemos a Cristo no es sin falta, si no se dirige a una obediencia pura.

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