Si me amáis, guardad mis mandamientos.

Si me amáis, guardad mis mandamientos. Los mandamientos de Cristo no sustituyen a los mandamientos de Dios en la ley moral, ni son algo que deba cumplirse por encima de esa ley. Pero son esa misma ley de Dios, impuesta a sus discípulos por el Señor Jesús, en el ejercicio de su propia autoridad, y para ser obedecidas como su propio servicio a Él mismo como su Señor y Maestro, desde nuevos motivos y para nuevos fines; porque nosotros "no sin la ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo". Esta demanda, sobre los principios de los dos versos anteriores, es inteligible: sobre cualquier otro principio, sería monstruosa.

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