4. Y a dónde voy ya sabes. Como no necesitamos fortaleza ordinaria, que podamos soportar pacientemente estar separados tanto tiempo de Cristo, agrega otra confirmación, que los discípulos saben que su muerte no es una destrucción, sino un pasaje al Padre; y luego, que sepan el camino que deben seguir, que puedan llegar a la participación de la misma gloria. Ambas cláusulas deben ser cuidadosamente observadas. Primero, debemos ver a Cristo, a los ojos de la fe, en la gloria celestial y en una bendita inmortalidad; y, en segundo lugar, debemos saber que él es el primer fruto de nuestra vida, y que él abrió el camino que se cerró contra nosotros.

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