49. Señor, baje, antes de que mi hijo muera. Como él persevera en pedir, y finalmente obtiene lo que desea, podemos concluir que Cristo no lo reprochó de tal manera como si tuviera la intención de rechazarlo por completo, y rechazó sus oraciones; pero que más bien lo hizo con el propósito de corregir esa falla que obstruía la entrada de la verdadera fe. Y debemos recordar, lo que he dicho anteriormente, que se trataba de una reprensión general de todo un pueblo, y que no estaba dirigida específicamente a un individuo. De esta manera, lo que sea incorrecto, distorsionado o superfluo en nuestras oraciones, debe corregirse o eliminarse, de modo que se puedan eliminar las obstrucciones peligrosas. Ahora los cortesanos suelen ser fastidiosos y altivos, y no se someten voluntariamente a ser tratados con dureza; pero merece la pena notar que este hombre, humillado por su caso necesario y por el temor de perder a su hijo, no estalla en pasión o murmullo cuando Cristo le habla bruscamente, sino que pasa por esa reprensión en un modesto silencio. Encontramos las mismas cosas en nosotros mismos; porque somos asombrosamente delicados, impacientes y nerviosos hasta que, sometidos por las adversidades, nos vemos obligados a dejar de lado nuestro orgullo y desdén.

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