19. Mire, le doy poder. Esto se dice a modo de admisión. Cristo no afirma que el don del que ahora se jactan no es ilustre, pero les recuerda que deben vigilar principalmente algo aún más elevado y no quedar satisfechos con los milagros externos. No condena por completo su alegría, como si no tuviera fundamento, pero muestra que es defectuoso a este respecto, que estaban encantados con un favor temporal y no elevaron sus mentes más alto. A esta enfermedad, incluso los piadosos son casi todos responsables. Aunque la bondad de Dios es recibida por ellos con gratitud, los actos de la bondad Divina no los ayudan, como deberían hacerlo, al convertirse en escaleras para ascender al cielo. Esto hace que sea necesario que el Señor, por así decirlo, extienda su mano para levantarlos, para que no descansen satisfechos con la tierra, sino que aspiren a una renovación celestial. El poder del enemigo es el nombre que él le da a todo tipo de molestia; porque todo lo que nos es hostil es ejercido contra nosotros por Satanás. No quiero decir que todo lo que tiende a dañar a los hombres se ponga a su disposición; pero que, armado con la maldición de Dios, se esfuerza por convertir a nuestra destrucción todos sus castigos y los toma como armas con el propósito de herirnos.

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