El objetivo principal de esta parábola es mostrar que debemos tratar con amabilidad y generosidad con nuestros vecinos; para que, cuando lleguemos al tribunal de Dios, podamos cosechar el fruto de nuestra liberalidad. Aunque la parábola parece ser dura y exagerada, la conclusión lo hace evidente, que el diseño de Cristo no fue más que lo que he dicho. Y, por lo tanto, vemos que investigar con gran exactitud cada parte de una parábola es un modo absurdo de filosofar. Cristo no nos aconseja comprar con grandes donaciones el perdón del fraude, la extorsión, el gasto derrochador y los otros delitos asociados con la administración infiel. Pero como todas las bendiciones que Dios nos confiere son encomendadas por Él a nuestra administración, nuestro Señor ahora establece un método de procedimiento que nos protegerá de ser tratados con rigor cuando vengamos a rendir cuentas.

Los que imaginan que las limosnas son una compensación suficiente para la sensualidad y el libertinaje, no consideran suficientemente que el primer mandato que se nos da es vivir en sobriedad y templanza; y que el siguiente es, que las corrientes que fluyen hacia nosotros provienen de una fuente pura. Es cierto que ningún hombre es tan frugal como para no malgastar a veces la propiedad que se le ha confiado; y que incluso aquellos que practican la economía más rígida no están completamente libres del cargo de mayordomía infiel. Agregue a esto, que hay tantas maneras de abusar de los dones de Dios, que algunos incurren en culpa de una manera y otros de otra. Ni siquiera niego, que la conciencia de nuestra propia mayordomía defectuosa debería ser sentida por nosotros como una emoción adicional a las acciones amables.

Pero deberíamos tener otro objetivo a la vista, que escapar del juicio de Dios pagando un precio por nuestra redención; y ese objetivo es, primero, que la liberalidad razonable y bien juzgada puede tener el efecto de restringir y moderar gastos innecesarios; y, en segundo lugar, que nuestra bondad hacia nuestros hermanos pueda atraernos la misericordia de Dios. Está muy lejos de ser la intención de Cristo señalar a sus discípulos un camino de escape, cuando el Juez celestial les exigirá que den su cuenta; pero les advierte que no pierdan tiempo en protegerse contra el castigo que esperará su crueldad, si se descubre que se han tragado los dones de Dios, y que no han prestado atención a los actos de beneficencia. (297) Siempre debemos prestar atención a esta máxima, que

con qué medida mide un hombre, se le recompensará nuevamente, ( Mateo 7:2.)

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