Mateo 10:29 . ¿No se venden dos gorriones por un cuarto? Cristo avanza más, como ya he insinuado, y declara que los tiranos, cualquiera que sea su locura, no tienen ningún poder sobre el cuerpo, y que, por lo tanto, es inapropiado en cualquier persona temer la crueldad de los hombres, como si fueran No bajo la protección de Dios. En medio de los peligros, por lo tanto, recordemos este segundo consuelo. Como Dios es el guardián de nuestra vida, podemos confiar con seguridad en su providencia; no, le hacemos injusticia, si no le confiamos nuestra vida, que él se complace en asumir bajo su cargo. Cristo considera que la providencia de Dios se extiende a todas las criaturas y, por lo tanto, argumenta de mayor a menor que su protección especial nos sostiene. Casi no hay nada de menos valor que los gorriones (ya que dos fueron vendidos por un cuarto o, como Lucas lo dice, cinco por dos monedas), y sin embargo, Dios tiene el ojo puesto en ellos para protegerlos, para que no pase nada. a ellos por casualidad. ¿Quien tiene cuidado con los gorriones ignoraría la vida de los hombres?

Aquí hay dos cosas para observar. Primero, Cristo da una descripción muy diferente de la providencia de Dios de la que dan muchos que hablan como los filósofos, y nos dicen que Dios gobierna el mundo, pero imaginan que la providencia es un tipo de arreglo confuso, como si Dios lo hiciera. No vigilar a cada una de las criaturas. Ahora, Cristo declara que cada una de las criaturas en particular está bajo su mano y protección, de modo que nada se deja al azar. Sin lugar a dudas, la voluntad de Dios se contrasta con la contingencia o la incertidumbre (598) , y sin embargo no debemos entender que sostenemos el destino de los estoicos, (599) porque una cosa es imaginar una necesidad que está involucrada en una complicada cadena de causas, y otra muy distinta es creer que el mundo y cada parte de él , es dirigido por la voluntad de Dios. En cuanto a la naturaleza de las cosas, reconozco que hay incertidumbre: (600) pero mantengo que nada sucede a través de una revolución ciega del azar, porque todo está regulado por la voluntad de Dios.

Lo segundo que debe observarse es que debemos contemplar la Providencia, no como las personas curiosas y volubles suelen hacer, sino como un motivo de confianza y entusiasmo para la oración. Cuando nos informa que los cabellos de nuestra cabeza están todos contados, no es para alentar especulaciones triviales, sino para instruirnos a depender del cuidado paternal de Dios que se ejerce sobre estos cuerpos frágiles.

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