9 Pero evite preguntas tontas No hay necesidad de debatir mucho sobre la exposición de este pasaje. Contrasta las "preguntas" con el sonido y cierta doctrina. Aunque es necesario buscar, para encontrarlo, existe un límite para la búsqueda, para que pueda comprender lo que es útil ser conocido y, a continuación, que pueda adherirse firmemente a la verdad, cuando se haya sabido. Aquellos que preguntan curiosamente sobre todo, y nunca descansan, pueden llamarse verdaderamente cuestionarios. En resumen, lo que las escuelas de la Sorbona consideran digno de los mayores elogios, aquí lo condena Pablo; porque toda la teología de los papistas no es más que un laberinto de preguntas. Él los llama tontos; no es que, a primera vista, parezcan serlo (porque, por el contrario, a menudo engañan con un vano desfile de sabiduría), sino porque no contribuyen en nada a la piedad.

Cuando agrega genealogías, menciona una clase de "preguntas tontas"; por ejemplo, cuando los hombres curiosos, olvidando recolectar fruta de las historias sagradas, se apoderan del linaje de razas y pequeñeces de esa naturaleza, con lo cual se cansan sin ventaja. De esa locura, hablamos hacia el comienzo de la Primera Epístola a Timoteo. (265)

Él agrega correctamente contenciones; porque en las "preguntas" el espíritu predominante es la ambición; y, por lo tanto, es imposible, pero que de inmediato irrumpirán en "contención" y disputas; porque allí todos desean ser el vencedor. Esto va acompañado de dureza al afirmar cosas que son inciertas, lo que inevitablemente lleva a debates.

Y las peleas sobre la ley Él da esta denominación desdeñosa a esos debates que fueron levantados por los judíos bajo el pretexto de la ley; no es que la ley en sí misma los produzca, sino porque los judíos, pretendiendo defender la ley, perturbaron la paz de la Iglesia por sus absurdas controversias sobre la observación de ceremonias, sobre la distinción de los tipos de alimentos y cosas de esa naturaleza.

Por lo tanto, no son rentables e innecesarios en la doctrina, por lo tanto, siempre debemos tener en cuenta la utilidad, de modo que todo lo que no contribuya a la piedad no se tenga en cuenta. Y sin embargo, esos sofistas, al parlotear sobre cosas sin valor, sin duda se jactaban de ellas como muy dignas y útiles para ser conocidas; pero Pablo no reconoce que posean ninguna utilidad, a menos que tiendan al aumento de la fe y a una vida santa.

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