διεκώλυεν: imperfecto, que apunta a un intento persistente (nótese el διὰ) pero fallido de prevenir. Su razón era el sentimiento de que si uno de los dos iba a ser bautizado, la relación debería invertirse. Para comprender este sentimiento no es necesario importarle una teología mesiánica plenamente desarrollada, imputando al Bautista todo lo que creemos acerca de Jesús como el Cristo y el sin pecado.

Basta suponer que el visitante de Galilea le había causado una profunda impresión moral por su aspecto y conversación, y despertado pensamientos, esperanzas, incipientes convicciones sobre quién podría ser. Tampoco debemos tomar demasiado en serio la afirmación del Bautista: “Tengo necesidad de ser bautizado por Ti”. Hasta entonces no había pensado en bautizarse él mismo. Él era el que bautizaba, nadie que sintiera la necesidad de ser bautizado; el censor de los pecadores, no el compasivo pecador.

Y justamente aquí radica el contraste entre Juan y Jesús, y entre el Cristo de la imaginación de Juan y el Cristo de la realidad. Juan era severo; Jesús fue compasivo. Juan fue el bautizador de los pecadores; Jesús deseaba ser bautizado, como pecador Él mismo, hermano de los pecadores. A la luz de este contraste debemos entender el bautismo de Jesús. Se han dado muchas explicaciones (para éstas, vide Meyer), en su mayoría teológicas.

Una de las más factibles es la de Weiss (Matt.-Evan.), que de acuerdo con el significado simbólico del rito que denota la muerte de una vida vieja y la resurrección a una nueva, Jesús vino a ser bautizado en el sentido de morir. a las antiguas relaciones naturales con los padres, los vecinos y la vocación terrenal, y dedicándose en adelante a su vocación mesiánica pública. La verdadera solución se encuentra en el ámbito ético, en el espíritu solidario de Jesús que le hizo mantener una actitud de solidaridad con los pecadores en lugar de asumir la posición de crítico y juez.

Era imposible para tal persona, sobre la base de ser el Mesías, o incluso sobre la base de la impecabilidad, tratar el bautismo de Juan como algo que no le preocupaba. El amor, no un sentido de dignidad o de intachabilidad moral, debe guiar Su acción. ¿Podemos concebir que la impecabilidad sea tan consciente de sí misma y adopte como política la distancia de los pecadores? El bautismo de Cristo podría crear malentendidos, tal como lo hizo su asociación con publicanos y pecadores. Estaba contento de ser malinterpretado.

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