versión 8. Y ahora viene el carácter de la instrucción misma: sano discurso que no puede ser condenado, para que el que es de la parte contraria se avergüence, no teniendo nada malo que decir de nosotros. (ἡμῶν es la lectura de א, C, D, E, F, G, K, L, Ital., Vulg., Syr., por mucho la mejor apoyada.) Aquí se da el mismo aspecto peculiar a la verdadera enseñanza evangélica, lo cual es de tan frecuente ocurrencia en estas epístolas Pastorales; debía ser sano (ὑγιῆ), o saludable, en oposición a todo lo adecuado para alimentar un pietismo enfermizo y destemplado.

Siendo tal, no podía, por supuesto, ser condenado por ningún juez competente; y, lo que es más, aquellos que tenían la voluntad encontrarían que carecían de cualquier base adecuada para hablar en reproche contra la doctrina enseñada, y por vergüenza podrían ser reducidos al silencio. Aunque la parte contemplada como lista para asumir una posición hostil se habla en singular, "el que es de la parte contraria", sin embargo, esto no es más que un modo individualizador de representar una clase, y tanto la conexión como la forma de expresión empleados nos prohíben suponer que otros adversarios humanos, paganos o judíos, hayan estado a la vista. No puede tener nada malo o asqueroso que decir μηδὲν, con referencia a la condición subjetiva del adversario: por deseoso que sea, no puede encontrar ningún motivo de culpa.

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