La respuesta de Jeremías es simple y directa. Yahweh, afirmó, realmente lo había enviado, pero el único objeto de su profecía había sido evitar el mal conduciéndolos al arrepentimiento. Si enmendaran sus formas, Dios los libraría de la fatalidad amenazada. En cuanto a sí mismo, estaba en sus manos, pero si lo mataran, traerían la culpa de derramar sangre inocente sobre sí mismos y sobre la ciudad.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad