Espero al Señor - Es decir, en este estado de angustia y problemas - de estas "profundidades" de aflicción, dolor y convicción de pecado. Esto implica dos cosas:

(1) que no tenía otra dependencia;

(2) que su alma estaba realmente en una postura de espera, o que en realidad miraba al Señor por su interposición.

Mi alma espera - Espero, con toda mi alma y corazón.

Y en su palabra espero - En su promesa. Creo que cumplirá esa promesa, y que encontraré una respuesta amable a mis oraciones. Bajo convicción por el pecado, bajo profundo dolor y angustia de cualquier tipo, esta es la única esperanza del hombre. Si Dios no se interpone, no hay libertador; para que interponga podemos sentirnos seguros, si nos acercamos a él con un corazón humilde, creyente y penitente.

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