Así que, sigamos las cosas que contribuyen a la paz, y las cosas por las cuales podamos edificarnos unos a otros. [Las ordenanzas humanamente prescritas y totalmente externas no nos introducen en el reino ni aumentan su poder dentro de nosotros, ni el incumplimiento de ellas nos excluye de él. Sus bendiciones no están ligadas a las libertades suntuarias, sino que se encuentran en gracias socialmente aplicadas; en justicia para con Dios; justicia hacia nuestro prójimo; paz, o concordia y armonía, con todos; alegría, o expresiones de alegría amorosa suscitadas en nosotros por el Espíritu Santo, fuente de toda gracia: estas son las cosas que obran el avance y la glorificación del reino tanto dentro de nosotros como alrededor de nosotros. Estos, pues, son los hábitos de vida que agradan tanto a Dios que lee el corazón, como al hombre que mira la conducta exterior, y, además, edifican el reino.]

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