¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro o la espada? [El pensamiento de Romanos 8:28 ; que no ha estado fuera de la mente del apóstol desde que lo introdujo, aquí viene una vez más directamente al frente. ¿Alguna de las dificultades de nuestra vida presente obrará el mal de tal manera que hará que Cristo cambie su sentimiento actual hacia nosotros, o su propósito futuro de justificarnos? ¿Podemos nosotros, que conocemos su amor, hacer tal pregunta? ¿Puede algo en todo el catálogo de dificultades producir tales resultados? Aunque en nuestros días los sufrimientos pueden variar un poco de los elementos dados por el apóstol, sin embargo, suscitan las mismas dudas, producen en nosotros los mismos efectos.

Es natural que el hombre considere los sufrimientos de la vida cristiana como una contradicción al esquema de la gracia. Según nuestras concepciones terrenales, un camino que ha de terminar en la glorificación debe ascender continuamente hacia ella, de modo que los placeres, las alegrías, los honores, etc., aumenten cada día. Cuando, en lugar de tal programa, nos encontramos con la tribulación, la angustia, la desnudez, etc., nos parece que Dios nos lleva por el camino equivocado, el camino que terminaría en degradación y muerte, en lugar de glorificación y vida. .

La respuesta a tales pensamientos se encuentra en este argumento del apóstol. Dios hace que todo camino conduzca al bien ya la glorificación, y especialmente aquellos caminos que parecen ir en sentido contrario; para que podamos considerar aquellas cosas que parecen argumentar su odio y descuido como, por el contrario, las más fuertes evidencias de su amor y cuidado. Y esto, añade el apóstol, no es una verdad nueva, pues ha sido la experiencia del pueblo de Dios en el pasado, como testifica la Escritura.]

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