Juan 15:22 . Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado. Pero al hacerlo, el mundo no tiene excusa. Su incredulidad, con todo ese odio hacia los discípulos al que condujo, es su propio acto deliberado, su motivo de condenación ante el tribunal de Dios, para ser a su debido tiempo el terrible motivo de su propia autocondenación.

Todo había sido hecho, tanto por la palabra como por las obras ( Juan 15:24 ) de Jesús, para conducirla a la verdad ya una mente mejor. La revelación del Padre, dada por el Hijo, no sólo fue la más alta que se podía dar, sino que debió encontrar respuesta en aquella voz que hasta en el corazón del mundo resuena a la voz Divina.

Que no lo hiciera así fue el pecado del mundo, un pecado elegido por sí mismo, sin fundamento, sin excusa. No hay mera instrucción, también hay consuelo para los perseguidos seguidores de Jesús en el pensamiento.

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