No ser condenado ; el objeto de Dios al castigar a sus hijos en este mundo es llevarlos al arrepentimiento y la reforma, para que no sean condenados en el mundo futuro. Al castigar a su pueblo por sus pecados, Dios es bondadoso. Él no los aflige porque se deleita en ello, sino para su beneficio, para que puedan ser participantes de su santidad, y así escapar de la condenación sin fin. Por lo tanto, deben ser sumisos en las pruebas, buscar y abandonar sus pecados, estar agradecidos por las misericordias y encomendarse a sí mismos y a todos sus intereses a su graciosa disposición.

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