Le ordena Dios que se apresure ; si uno ayuda o anima a otro a pecar, se hace partícipe de su culpa. Aquellos maestros que rechazan las grandes verdades enseñadas por Cristo y sus apóstoles, de su divinidad, encarnación y expiación; de la justificación por la fe en él, la regeneración por el Espíritu de Dios, y la necesidad de perseverar en la santidad para la salvación, no son de Dios, y no deben ser recibidos: no se les debe prestar ninguna atención que ayude o aliente ellos en la propagación de sus errores.

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Antiguo Testamento