Si me reía de ellos , es decir, me comportaba familiar y agradablemente con ellos; no lo creían. Les agradaba tanto verme complacido con ellos, y alegre entre ellos, que apenas podían creer lo que veían y oían sus ojos y oídos, que testificaban que era así. Y la luz de mi semblante no derribó Mi familiaridad con ellos no produjo en ellos presunción de decir o hacer algo que pudiera entristecerme, o hacer que mi semblante decayera. Tuvieron mucho cuidado de no abusar de mis sonrisas, ni de darme ocasión de cambiar mi semblante o mi porte hacia ellos.

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