Job 29:24 [Si] me reía de ellos, no lo creían; y no abatieron la luz de mi rostro.

Ver. 24. Si me reía de ellos, ellos no lo creían ] Lo tomaron como un gran favor, y difícilmente podían pensar que los honraría hasta el punto de sonreírles o bromear con ellos; lo cual si lo hacía en algún momento, se alegraban demasiado, Eclesiastés 10:19 . Ingenii fructus tenuissimus come risus, dice Cicerón (de Orat.

lib. 2). Romper una broma no es algo tan ingenioso como los hombres lo imaginan. Sin embargo, una broma inofensiva (que no tiene nada que pueda entristecer u ofender a otro con justicia) puede muy bien concordar con la piedad y la seriedad cristiana; cualquier cosa que algunos anabautistas amargos hayan sostenido en sentido contrario. La jocularidad y la vulgaridad están estrictamente prohibidas, y se cuentan entre esas τα ανηκοντα, cosas que no conducen al fin principal de nuestras vidas, Efesios 5:4 .

Pero Sócrates se alegraba mucho cuando le gustaba su compañía; sin embargo, para que su regocijo sea de alguna manera provechoso, dice Jenofonte, lib. 4, de Dict. et hecho. (Socr.) Y Erasmo hizo a los papistas más prejuicios con sus bromas, dice un autor serio, que Lutero con sus atropellos y asaltos. Las bromas de los buenos hombres deben tener algo de seriedad y utilidad. Todos sus discursos deben estar sazonados con sal de gracia; y en medio de sus recreaciones deben demostrar que sus mejores afectos están en las mejores cosas.

Hay que tener mucho cuidado de que el exceso de familiaridad con los que están debajo de nosotros no genere desprecio; lo que algunos piensan que es el significado de la siguiente cláusula, "Y la luz de mi rostro no derribaron"; o, Sin embargo, la luz, etc., es decir, no me despreciaron a causa de este carruaje familiar; por lo tanto, no me consideraron ridículo y vanidoso como los hombres hicieron con Rodulphus, el 35º arzobispo de Canterbury, que sucedió a Anselmo; a quien, por sus juguetes divertidos y alegres, sin tener en cuenta la gravedad de su edad y lugar, lo apodaron o mejor dicho, Nugax, el insignificante.

Sed authoritatem meam non spernebant, nihilomin, us me reverebantur, No despreciaron mi autoridad, no me reverenciaron ni un poco (Vatablus); sino que se cuidaron de que no se hiciera nada por lo que de alegría me entristeciera; apreciaron este signo de complacencia en mí como algo raro, y tanto más aceptado como menos esperado e inusual; tampoco se atreverían a ser tan atrevidos y se burlarían de mí como para devolverme broma por broma, como si yo hubiera sido su competidor y un gran compañero bien conocido.

Un parafrasista, el Sr. Abad, percibe todo el verso así: Si con mis sonrisas di alguna insinuación de mi sospecha de algún informe o negocio, en ese momento se desconfiaba de él y estaba en desacuerdo con el resto. Y por otro lado; Mi menor semblante o muestra de aprobación por cualquier causa se observaba en los demás, como regla general. Continúa dando el significado de las siguientes palabras así:

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