Simón Pedro dice: Señor, ¿a dónde vas , etc.? La exaltada virtud que nuestro Señor acababa de inculcar, no causó una impresión tan fuerte en la mente de Pedro, como las palabras que había dicho antes, acerca de su partida a un lugar donde sus discípulos no podían venir. Por lo tanto, responde preguntando a dónde iba. Parece haber supuesto que Cristo, como consecuencia de haber sido rechazado por los judíos, estaba a punto de ir a alguna otra parte de la tierra para erigir su trono, donde podría reinar sin perturbaciones, de acuerdo con la burda noción que tenía de la vida de Cristo. Reino. Jesús respondió: Adonde yo voy, no puedes seguirme ahora , etc. Estás demasiado débil en este momento para seguirme en mis sufrimientos, pero deberásestar habilitado para hacerlo después. De esta cláusula “deducimos que la declaración, ( Juan 13:33 ,) Adonde yo voy vosotros no podéis venir , es una de esas proposiciones generales de las cuales hay muchas en la Escritura, que fueron dichas con una limitación no expresada.

Aquí se nos indica que agreguemos la limitación, por lo tanto, adonde yo voy, ustedes no pueden venir AHORA. Porque todos, al igual que Pedro, debían seguir a Jesús después, sufriendo una muerte violenta. Macknight. Pedro dijo: Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? No estaba muy dispuesto a creer que era tan débil como lo insinuaban las palabras de Cristo. Pensó que estaba preparado para hacer o sufrir cualquier cosa por su querido Maestro; añadiendo : Daré mi vida por ti. Como si dijera: ¿Hay camino más terrible que el valle oscuro de sombra de muerte? Sin embargo, a través de estas sombras negras y sombrías, estoy dispuesto a acompañarte en este momento. Jesús respondió: ¿Darás tu vida?&C. ¡Pobre de mí! Pedro, tus promesas son demasiado extensas y las has pronunciado con demasiada confianza como para confiar en ellas: no consideras con qué desgana se separa la vida y qué difícil es sufrir la muerte. En verdad, el gallo no cantará , etc. A pesar de tu pretendido afecto y fortaleza, no pasarán unas pocas horas hasta que, en gran consternación por el peligro con el que mis discípulos y yo seremos amenazados, negarás vil y varias veces que eres mi discípulo. Pedro, por tanto, no tenía motivos para estar eufórico, aunque en una ocasión anterior había confesado que Jesús era el Hijo de Dios. Y su comportamiento, en este caso, ofrece un ejemplo muy conmovedor de la vanidad humana, en medio de la mayor debilidad.

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