Y ahora, Señor, ¿qué espero? &C. Viendo que esta vida, y todos sus goces, son tan vanidosos y breves para todos los hombres, y especialmente para mí, nunca esperaré ni buscaré la felicidad aquí de estas vanidades. Me recompondré paciente y contento para soportar tanto mis propias aflicciones como la prosperidad y gloria de los hombres impíos, porque ambas son cosas pasajeras y desvanecidas. Y no buscaré la felicidad en ninguna parte sino en el amor y el favor de Dios, en glorificarlo aquí, y en la esperanza o expectativa confiada de disfrutarlo en el más allá; y, mientras tanto, recibir de él los suministros y ayudas que requiere mi condición actual.

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