Que se traigan las vestiduras reales, etc.Para formar una noción de ese colmo de orgullo y arrogancia a la que llegó Amán (quien pensó que todos los honores que especificó estaban diseñados para él), podemos observar que para cualquiera que se ponga la túnica real, sin la privación y consentimiento del rey, fue uno de los persas contabilizado como un crimen capital. Con este propósito, Plutarco, en su Vida de Artajerjes, nos dice, que un día cuando, en la caza, el rey le rompió la ropa y Tiribazo se lo contó, el rey le preguntó qué debía hacer. "Ponte otro", dijo Tiribazo, "y dámelo a mí"; "Lo haré", respondió el rey, "pero luego te ordeno que no lo uses". Tiribazo, sin embargo, que era un hombre bastante débil, se atrevió a ponérselo con todos sus espléndidos ornamentos; y cuando algunos de los nobles empezaron a resentirlo como algo que no es lícito para ningún súbdito, "le permito", dijo el rey, riéndose de la figura que hizo, "llevar las finas baratijas como una mujer, y la túnica como loco." Había una costumbre entre los hebreos, no muy diferente a la de colocar al persa diseñado para ser honrado en el caballo del rey, como aparece en la historia de Salomón,1 Reyes 1:33 la persona declaró ser sucesora de la corona siendo montada en el caballo del rey el día de su investidura.

Algunos han pensado que la corona, כתר keter, no denota la corona del rey, ni el turbante real, que era la muerte para cualquiera que se pusiera sin la orden del rey, sino el adorno que el caballo del rey sobre el que cabalgaba llevaba sobre su cabeza. cabeza. Hay que reconocer que esta aplicación de la cosa concuerda mejor con el significado y el orden de las palabras hebreas con los siguientes versículos, en los que no se hace mención del כתר keter, sino sólo del manto y el caballo al que pertenecía esta corona. ; y con la costumbre de los persas, que solían poner cierto adorno, en italiano llamado fiocco, sobre la cabeza del caballo sobre el que iba montado el rey. Véase Patrick, Le Clerc y Houbigant.

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